La memoria en venta
- Jimena Méndez
- 5 mar 2018
- 3 Min. de lectura
Paseando por Chișinău, país de la ex URSS, en la avenida principal Stefano Cel Mare y al lado del Teatro Nacional, hay una feria que se hace cada vez más popular entre quienes visitan Moldavia. Es una feria en que se pueden comprar no solamente manufacturas y artesanías, sino toda clase de reliquias familiares tradicionales, uniformes militares de la época soviética, fotografías familiares y otros objetos apreciados por turistas y, sobre todo, por negociantes.

Gorros militares reales, algunos hasta con agujeros de balas. Pueden salir varios cientos de dólares dependiendo de quién los quiera comprar y del rango o importancia de su dueño.Foto de Jimena Méndez
El patrimonio familiar, que era atesorado en el interior de las casas de los pueblos, que conformaba la vida y las cosas valiosas de las personas, ahora terminan en esta feria, porque aunque no se entienda mucho por qué, los moldavos ya saben que hay infinidad de interesados y coleccionistas capaces de comprar a buenos precios, objetos que antes solo parecían tener valor dentro del hogar.
Los objetos son mercancías en tanto fueron creados para el intercambio, y tienen una vida. Pero también son ideas, cosas inmateriales devenidas en elementos materiales que a su vez, representan cuestiones más allá de su funcionalidad y su estética. (Miller, 2005). La influencia de occidente y las políticas patrimoniales de UNESCO y la Unión Europea re contextualizaron el valor de las pertenencias de las personas, sobre todo del medio rural. Sus objetos y tradiciones se transformaron de pronto en patrimonio, se lo exhibe y se lo protege, aparentemente. Pero también estas políticas generaron un mercado inexistente en el socialismo: el mercado de los objetos culturales. En ese afán de coleccionismo, de tener “un pedazo” de la historia, occidente transformó en mercancía objetos que en el mundo socialista solo tenían valor de uso o valor emocional para sus dueños, pero no eran tratados como mercancía.
En la actualidad, y sabiendo que tienen un valor económico, las personas no dudan en vender sus objetos personales por unos euros. Más aun en tiempos difíciles. Hay otros moldavos, especializados en comprar y vender, que van por los pueblos en camiones, juntando toda clase de objetos, uniformes y fotografías que pueden vender en esta feria.
Como plantea Miller, los cambios de significación y valoración del objeto, dependen del contexto sociocultural y de la coyuntura histórica y política. Mediante un proceso de re significación dado por los cambios políticos, es el Estado y la mediación de las instituciones que reafirman estas políticas, se retiran del proceso meramente funcional y cotidiano a los objetos y se los transforma simbólicamente, ya que pasan a formar parte del acervo patrimonial, con lo que también cobran un valor económico diferente de su valor de uso original. (Miller, 2005)
Otra cuestión interesante es como se da la circulación de esos objetos de lo privado a lo público: los objetos pertenecen a experiencias personales de la vida familiar y en este nuevo contexto, pasan a ser objetos con valor económico para personas que los adquieren porque representan otras cosas: memoria, testimonio del pasado, estatus (en la medida que se es dueño de algo original) etc. Al mediar el Estado, la economía de mercado y los nuevos contextos políticos, esos objetos pasan de una trayectoria privada de la vida cotidiana; a un ámbito de lo patrimonial y público, o a veces simplemente al mercado, como es el caso de la feria moldava.
Algunas familias moldavas tienen el orgullo de no vender sus objetos personales, pudiendo conservar sus reliquias. Entre fotos y objetos, siempre la babuchka es la guardiana de esa memoria familiar y la conserva celosamente. Obviamente que ese orgullo solo es posible sostenerlo en la medida en que todos los hijos de los moldavos que viven en los pueblitos, desde el exterior, apoyan económicamente a sus parientes y éstos viven mejor, pudiéndose dar “el lujo” de no tener que vender sus objetos personales y familiares para sobrevivir.
Esa es otra cara de la economía de mercado, donde la apertura económica al capitalismo también irrumpe y saquea de una forma menos directa pero igualmente perversa, la vida de las personas. Porque lo que el mercado compra para coleccionar no son solo objetos decorativos o arte, son los testimonios de la vida de las personas, de sus vivencias, de sus recuerdos: su identidad y su historia.
Jimena Méndez - Uruguay
Referencias:
MILLER, DANIEL ET ALT. (2001) Home possessions: material culture behind closed doors. Ed. Berg, New York.
MÉNDEZ, JIMENA. (2017) Tesis de Antropología Social. "Moldavia post soviética: las representaciones del habitar después del socialismo". UdelaR. Uruguay. Inédita.
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